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viernes, 27 de febrero de 2009

Un balde de agua fria



Este fin de Semana pasado y asueto de carnaval estuve en un campamento juvenil de Confrontación Misionera, en el sector de Curazaito del Estado Zulia, a solo veinticinco minutos del Consejo de Ciruma, pueblo donde resido junto a mis padres.

Los campamentos de confrontación son actividades organizadas por la agencia Misionera donde a través de un programa de disciplina, devocional, actividades deportivas y otras, Dios confronta nuestro caracter y nos hace ver la vida de una manera más abierta y menos egoista.

Bueno, este es el tercer campamento al que asisto, y siempre hay áreas de mi vida en la que me siento procesado con Dios, y alli tengo muchas historias para contar... en fin, para este campamento por ser cercano pude asistir con otros jovenes y adolescentes de la iglesia. Al llegar, luego de la matriculación y registro de datos, fui llamado a formar parte del equipo de Consultores, quienes serían el contacto entre los Coordinadores y los campistas. Una experiencia muy especial ver la mano de Dios obrar en los muchachos en medio de cada lágrima y sonrisa.

La última noche del camapamento, el silbato nos convocó a todos a formación justo a las dos de la madrugada, cuando regularmente el inicio de programa fue siempre a las cinco. Uno de los coordinadores anuncia que el motivo de la convocatoria era de caracter urgente, puesto que uno de los consultores había incurrido en una falta grave, digna de la expulsión inmediata del campamento, fui invitado a pasar frente a los chicos y a despedirme, yo, consciente de que estaba en un campamento de confrontación estaba a la expectativa intentando entender lo que Dios quiería enseñarme con todo esto, pensé muchas cosas sobretodo en cuanto a mi conducta. Continuó hablando el Coordinador: "El Hermano Regino ya no será más su consultor, sino que será ahora Coordinador" En ese momento me cayó literalmente un balde de agua fria encima, otro de los Coordinadores estaba detrás de mi y en ese momento descargó veinte litros de agua fria "de la nevera" sobre mi ya friolento cuerpo. Que sensación!!!

Me felicitaron, me dieron la bienvenida frente a los muchachos y me entregaron al silbato para que dirigiera la formación, me tocó sacar fuerzas y con voz fuerte ordenar que cada campista fuera a sus carpas a dormir.

Qué le enseña Dios a alguien cuando le cae un balde de agua fria, estamos preparados para las sorpresas de la vida, lo que jamás pensamos que nos suceda puede pasar, en que momentos estamos tan confiados de algo o alguien que su actuación diferente nos extraña y duele, los potes de agua fria son a veces como una bofetada a el cinismo de creer que tenemos todo bajo control, el frio nos dice cuan vulnerables somos a cambiar, los cambios duelen, porque nos separan de la inercia que caracteriza a los cuerpos, pero un chorro de agua fria nos pone a temblar, titiritando y moviendonos en busca de un poco de calor.

Todavía estoy pensando en esa madrugada de frio, aprendiendo, viendo la imagen de pollito remojado que tendría, riendome otro poco y reflexionando un poco más.

Me gustaría saber que otras aplicaciones podría tener "Un balde de agua fria" tanto literal como en el sentido de la sorpresa en lo que La Biblia enseña del Caracter cristiano.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Amor Peregrino

El día que llegué a esta aldea
Iba errante peregrino en aventura
Y por mi mente nunca cruzó la idea
De conocer una hermosa criatura
Mis ojos miraron en el río
Las muchas aguas que no tienen regreso
Así palpita el corazón mío
Desde el momento del flamante beso
En los cálidos caminos de pradera
Mi alma salpicó de la alegría
Al ver en tu faz por vez primera
Aquella luz que mi alma tanto ansía
Todo pasó como un rayo de sol
Y el momento se llenó de miradas
En ese instante se encendió el amor
Llegando al cielo las muchas llamaradas
Más bella aldeana eres sólo tú
Quien llenó de colores mi vida
Para flechar así mi juventud
Dejando en mi corazón tan grande herida
Me voy ya triste y solitario
Por el mismo lugar donde llegué
Pero prometo por este amor sagrado
Que a buscarte un día regresaré.

martes, 17 de febrero de 2009

Cinco de la Tarde

Recuerdo haber caminado por esa plaza pensando, miraba yo las palomas y los niños comiendo helados, en mi mente había un constante pensamiento, que aunque parecía aquietarse, regresaba con mayor furor, vi a una anciana cruzando lenta la calle, a un perro errante que lamía migas sobre un periódico viejo, también a chicos que jugueteaban en sus patinetas, a una pareja muy joven que estaba sobre el césped mirando al cielo. Aquel pensamiento volvía a azotarme, no podía hacerme el ignorante. Caminé alrededor de una fuente de agua en la que había monedas, talvez de remotos deseos. Me senté junto a una niña que leía una historieta de amor, cerca de mi pasó una chica rubia que trotaba despacio, una pelota llegó a mis pies liego de haberse escapado de las frágiles manos de un bebé, al lanzársela las campanas de la antigua catedral avisaban las cinco de la tarde. Quise pasar por alto lo que tenía que afrontar, preferiría mil veces un examen de calculo diferencial a tener que vivir ese instante de angustia, un payaso hacía malabares rodeado de niños, esos que solo piensan en diversión, caminé sin estar seguro y sin terminar mi pensamiento, un triciclo se interpuso a mi paso, me detuve por menos de un instante, miré atrás y vi un grupo de chicos limpiabotas sonriendo entre sí con alegría. Realmente hubiese preferido hacer cualquier cosa a tener que marchar, proseguí con rumbo indefinido, ya me alejaba de aquella plaza solo veía la estatua de un olvidado prócer sobre la que posaban dos gorriones café. Apenas oía a lo lejos el ruido de la melancólica campanilla del heladero, mi paso era firme cuando un mendigo me paralizó por completo, una enorme sonrisa adornaba su cara, sus anteojos negros brillaban con el sol, le di tres monedas o cuatro, no recuerdo realmente, pero sí el “Dios te ayude” que su arrugada boca pronunció, miré nuevamente hacía esa plaza, talvez pensando en perderme en la sonrisa de un niño y olvidar que ya eran las cinco de la tarde.
No se lo que pasó por mi mente; pero al poco rato estaba sentado sobre una caja de refrescos vacía, a mi mente llegó la imagen del corazón rosa que estampaba la historieta de aquella niña, sus blancas manos pasando hoja tras hoja, ya que eran las cinco; para ellos hora de mirar al cielo y del ejercicio rutinario, para mi no, no era yo uno de los niños que miraban alegres los trucos simples de un payaso, ni un gorrión que vagaba en el hombro de un personaje de antaño, no, ni siquiera la anciana que tenía suficiente tiempo para cruzar una avenida. Sentado, sin helados ni pelota, sin historieta de amor, ni sonrisas, no era siquiera una moneda oxidada en aquella vieja fuente.
Sería fulminante tener que enfrentarme a aquello, yo que he desempeñado de guardacostas y domador… pero en fin, aquella plaza marcó en mi vida horas de incertidumbre, paralizado estático y con ánimo latente, miles de imágenes abordaban mi mente en un segundo: desaparecer en ese instante, ser un niño, un payaso o un tranquilo gorrión, todo menos darme cuenta que siendo las cinco de la tarde ya debía enfrentarme a mi cruel circunstancia, una plaza en la que hubiese querido ser una inerte estatua; que mis oídos estuviesen macizos en mármol, nunca haber oído el sonido de las campanas, las trenzas de mis zapatos se habían desatado, me incliné lentamente, poniendo el pie sobre un trozo de neumático antiguo, hice un lazo tras otro en el mismo zapato, pude ver una comunidad de hormigas alrededor de una galleta de chocolate, por instantes envidié a una de esas diminutas criaturas que llevan una vida aparentemente sencilla y sin complicaciones, para ellas no tendría ningún significado ver al reloj marcar las cinco de la tarde , seguirían en su trabajo, sin ningún conflicto.
Me levanté caminé erguido directamente hacia la parada de taxis, al cruzar la primera cuadra, vi dos muchachas que con algarabía hablaban en un teléfono público, un joven de arete y cabellera larga haciendo una bombita de goma de mascar, la vi explotar y él estaba tranquilo, creo que no le importaba que fueran las cinco de la tarde.
Seguí mi camino sin olvidar la plaza, muy pronto ya esta frente a cinco autos sobre los cuales la luz del sol hacía un triste destello, un minuto más y estaría frente a la bestialidad que me aguardaba aquella hora, recordar las monedas en la fuente despertó en mi una sed repentina, de haber sido aquella rana no tendría sed ni estaría por abordar un taxi hacia la vertiginosa realidad, creo que de haber tomado toda el agua no hubiese podido aquietar mi sed.

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